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viernes, 30 de septiembre de 2011
miércoles, 28 de septiembre de 2011
lunes, 26 de septiembre de 2011
domingo, 25 de septiembre de 2011
10 malos hábitos para tu corazón
de Revista del Consumidor en línea de Natalia
fuente: health.com
¡Cuida la salud de tu corazón! Es muy importante que evites ciertos hábitos que, aunque parecen inofensivos podrían causar severos daños a tu corazón:
1. Ver televisión: Estar sentado durante muchas horas aumenta el riesgo de sufrir un ataque cardíaco o una apoplejía, incluso si hace ejercicio regularmente, ya que la falta de movimiento puede afectar los niveles sanguíneos de grasas y azúcares. Ya que si donde pasas mucho tiempo sentado es en la oficina, toma pausas para caminar o contesta el teléfono de pie.
2. Consumir (mucho) alcohol: A pesar de que los estudios sugieren que una cantidad pequeña de alcohol es buena para el corazón, beber mucho está relacionado con la presión arterial alta e insuficiencia cardíaca. Si te gusta beber, lo recomendable es tomar no más de dos tragos al día para los hombres y uno para las mujeres.
3. Procrastinar con la salud: Hazte chequeos de los niveles de azúcar, colesterol y presión arterial. Recuerda que las enfermedades derivadas como la diabetes y los padecimientos cardíacos tienen síntomas silenciosos.
4. Asumir que no estás en riesgo: El colesterol alto, el tabaquismo y el sobrepeso, entre otros, son factores que te ponen en riesgo. No hagas caso de la vocecita que te dice: “a mi no me pasará”.
5. Dar rienda suelta al estrés: Si sientes que el estrés o la depresión te están rebasando, mucho cuidado porque también puede afectar al corazón. las personas que interiorizan el estrés se encuentran en mayor peligro, así que es recomendable que buscar apoyo o recurrir a una terapia alterna como la risoterapia.
6. Fumar o vivir con un fumador: Sabemos que lo has oído un millón de veces, pero vale la pena repetirlo. El riesgo de fumar o ser fumador pasivo incrementa el riesgo de sufrir un ataque al corazón. Lo agradecerás cuando al subir una escalera no sientas sofoco.
7. Hacer caso omiso a los ronquidos: Si eres de los que roncas, te damos la noticia de que la apnea de sueño es un signo de alerta ya que aumenta el riesgo de sufrir una enfermedad cardiaca . Si roncas a menudo consúltalo con el médico, hay maneras sencillas de tratar este padecimiento.
8. Comer en exceso: El sobrepeso es uno de los mayores factores de riesgo. Si estás en esa situación, evita las bebidas azucaradas y las porciones de gran tamaño. Si es necesario acude con el nutriólogo y toma una rutina de ejercicio.
9. Alejarse del mundo: Si bien es bueno tener espacios a solas, también es contraproducente volverse un ermitaño. las personas con fuertes conexiones familiares y amistosas viven vidas mucho más largas y saludables.
10. Hacer ejercicio intenso: Es posible que después de leer esto corras al gimnasio, ¡pero cuidado! Si no tienes práctica previa o hace mucho no haces actividad física, recuerda que debes empezar poco a poco y luego subir de nivel según lo requieras.
El verdadero tamaño de los continentes
de DIRECTORIO de NOTICIAS de Directorio de Noticias
La proyección de Mercator, todavía una de las más utilizadas, si no la que más, era estupenda cuando el tipo que le puso nombre, Gerardo Mercator, la creó allá por el siglo XVI.
Permitía trazar trayectorias loxodrómicas, que en cristiano quiere decir que una línea recta sobre el mapa equivale a un rumbo constante en la navegación. Perfecto para navegantes, descubridores y demás gentes de mal vivir.
El gran problema es que la distorsión de las áreas es enorme, y es más grande cuanto más alejado del Ecuador se encuentre el territorio.
Eso lleva a errores visuales evidentes, como se puede comprobar en el mapamundi sobre estas líneas, en el que Groenlandia (2 millones de kilómetros cuadrados) aparece notablemente más grande que África (30 millones).
Una manera de evitar esto es usar otra proyección, como la Winker Tripel o la de Molleweide, mucho más precisas en lo referente a la superficie en las distintas partes del mapa.
Otra posibilidad es comparar distintos territorios superponiéndolos en un mismo mapa. Y de eso va esta entrada.
Pongamos el caso de África. Con sus treinta millones de kilómetros cuadrados equivale, más o menos, a tres veces Europa (incluida la Rusia al oeste de los Urales), dos la Antártida o sesenta millones de veces la Ciudad del Vaticano, aunque este ejemplo quizá no sea muy gráfico.
Para hacernos una idea del verdadero tamaño del continente basta con compararlo con otros países y regiones del mundo.
¿CUAL ES EL IDIOMA MEJOR PARA COMUNICARSE?
de Xatakaciencia de Sergio Parra
Vía | Kluge de Gary Marcus | Nuestra especie de Marvin Harris | Muy Interesante | Rebelarse vende de Joseph Heath
Proceloso tema el de los idiomas, en el que las personas ya no lo consideran una simple herramienta de comunicación sino una seña identitaria o nacional o un signo de prestigo. Basta echar un vistazo a las ampollas que han levantado las recientes noticias sobre la lengua vehicular en los colegios de Cataluña.
Mayormente son razones sentimentales las que llevan a la gente de a pie a defender la supervivencia de una lengua. Y luego están los que se tiran de los pelos cuando adquirimos vocabularios de otras lenguas para incorporarlos a la nuestra, un ataque a la pureza de la lengua (si es que algo así tiene sentido). Evitar la convergencia cultural, sin embargo, es una entelequia, y además es tremendamente nocivo para la población. La razón es sencilla: para evitar las demás culturas hay que aislarse del mundo hasta niveles que rozan la desinformación y la incultura.
Y en el tema de la extinción de las lenguas, bien, quizá es que tendemos a considerar una lengua como un compartimento estanco: si una lengua se extingue, con ella no se extingue toda una cultura, sino que esa cultura acaba mezclada con las culturas circundantes (a no ser que se encuentre totalmente aislada). Es como cortar un tentáculo de una única lengua universal que tiene millones de tentáculos: La diversidad cultural es imprescindible, pero la diversidad surge precisamente de la mezcla de culturas, aunque esa mezcla tienda a una suerte de masa homogénea latente. Recibimos inputs americanos, pero también japoneses o indios. Y, a su vez, ellos reciben inputs nuestros. Esto produce puntos de convergencia y similitud, pero también una trasfondo continuamente cambiante, nada endogámico, nada pureta, nada xenófobo.
Renunciar a un dominio fluido de una lengua mayoritaria a cambio de hablar un idioma minoritario o sentimentalmente próximo puede reducir seriamente las posibilidades de un individuo. Quizá no suponga un problema mientras haya suficientes personas dispuestas a hacerlo, pero no podemos culpar a los que no muestren el menor interés, como ha señalado el filósofo Joseph Heath.
Eso no quita que tratemos de conservar (hasta cierto punto y sin despilfarrar recursos) vetas culturales o respaldar ideas en desuso o al límite de la extinción. Tampoco quita que existan organismos que regulen la lengua y traten de evitar que esto se convierta en un despiporre (porque precisamente la lengua se construye entre la continua tensión entre los usos y las prescripciones).
Quizá todo sería más fácil si pudiéramos establecer de una manera objetiva qué lengua es la mejor para comunicarse. Según un estudio reciente publicado por François Pellegrino en la revista Language, de la Universidad de Lyon (Francia), hay idiomas que permiten a sus hablantes hablar más rápido que otros, es decir, que algunos idiomas necesitan menos tiempo para contar exactamente la misma historia. Los textos en inglés son mucho más cortos que los mismos textos traducidos al japonés.
Pero no es tan sencillo, una mayor velocidad (una mayor tasa silábica, es decir, más sílabas por minuto)también viene reñida con una menor eficacia comunicativa: tienden a incluir menos información en cada sílaba individual. El español, por ejemplo, es un idioma que se habla rápido, utiliza muchas sílabas en poco tiempo, pero cada una de ellas contiene poca información (en el otro extremo está el chino mandarín, que es mucho más lento pero transmite más contenido en cada palabra). Con lo cual, Pellegrino concluye que en todos los idiomas transmitimos la información con la misma eficacia.
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